domingo, 8 de abril de 2012

Herejía del cantautor en Semana Santa




La saeta del despertador le resucita de una noche de pasión como un mártir crucificado en la cama con las manos atravesadas por el calor de su piel. Recorrieron las calles con la luna como linterna, miraron a la gente tras la máscara que el vino les causó como un don sagrado, al llegar al templo terminaron la peregrinación y comenzaron la penitencia.

Aún las sábanas mantendrían marcadas para siempre el negativo de sus siluetas desnudas. Por todas ellas se podía seguir el recorrido de la procesión como huellas descalzas y gotas de cera que dejó caer su cirio encendido por los besos y sus manos. Túnica tirada, negra y blanca, cíngulo sujeto al pié de la cama, medalla sagrada avergonzada en el cajón, ropa esparcida como pétalos caídos en el camino del paso, señales en la pared del bamboleo que los costaleros del desenfreno provocaron; mecer, parar, bailar, parar... menos paso, ¡al cielo con ella!

Levantarse con marcas en el cuerpo y cicatrices en el alma como latigazos de la pasión. Escuchaba el eco de sus gemidos, oraciones de los jadeos que dirigen sus plegarias a la fe del orgasmo, mientras recogía el capirote usado que había perdido su forma por no estar en su cabeza, sintiendo como una lanzada en el pecho que le han hecho rey con corona de espinas cuando ella no está.

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