jueves, 18 de agosto de 2011

Con otra piel

¡Riiiiiiiiing!... ¡riiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!... Ese ruído había sido olvidado hace ya unos meses o por lo menos a horas tan tempranas el despertador del teléfono había enmudecido, pero aquella no era una mañana cualquiera. Aunque el sobresalto fue prácticamente automático, siempre es agradable remolonear en la cama, sentir las sábanas a primera hora de la mañana ya con menos calor que las insoportables noches que se pasan en verano y agarrarse a la almohada, estrujarla, mientras vas entreabriendo los párpados pegados.

Tras volver a mi ciudad casi había renunciado a encontrar trabajo hasta que se pasara el verano. Las ofertas a las que me había presentado resultaron ser frustrantes, largos desplazamientos, la poca o excasa valoración de la experiencia que ya cumulaba, promesas de rápido ascenso basadas en castillos de naipes minaban mis ánimos. No necesitaba tener más preocupaciones, lo que quería era encontrar algo interesante, algo que me motivara desde el comienzo. Mientras alguna de las múltiples solicitudes germinaba en una entrevista, no iba a perder el tiempo, el verano es para disfrutarlo, reencontrarme con mi ciudad, mis amigos, salir y entrar a mi antojo, aprovechar el sol y la playa durante el día y de las terrazas en la noche. Risas, cenas, copas... y relax, sobre todo relax. Meses de estrés y frustación quería enterrarlos, recuperar la alegría de vivir, lo necesitaba. Era dedicar tiempo a mi persona, un tiempo al que había renunciado por otros proyectos.

¡Riiiiiiiing!, ¡riiiiiinggg!... otra vez el despertador. Ya si que no puedo demorar más estar en la cama, desayuno mi cuenco de cereales, corto, no muy lleno, con la leche justa. Ducha, ropa adecuada, hoy hay que ratificar la buena impresión que se llevaron en la entrevista personal. Me espera un día largo, pero voy a la Central a firmar el contrato... no se donde estaré mañana, pero hoy por hoy se lo que quiero y cómo, y se que por muchas pegas que le vea a cada cosa, tengo suficiente preparación y experiencia para afrontarlo.

Por último, las llaves del coche... ¡hasta la noche!

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