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La familia por parte de mi padre siempre han sido aficionados a las motos, de hecho, mi tío Mario es el actual presidente de la Federación Andaluza de Motos y marcó un hito siendo el primer sevillano que fue al París-Dakar. Lo hizo como una aventura, no llevaba equipo técnico de respaldo, eran solo él y su moto, desgraciadamente no consiguió llegar al final, pero no abandonó la moto. Es usual que la gente deje abandonada la moto averiada y el camión escoba los recoja al final de la etapa, pero con la consiguiente pérdida de la moto, pues los moros se han especializado en desmontarlas y revender las piezas. Él se quedó con la moto y consiguió traérsela a Sevilla, ahora todos la admiramos como un trofeo.
Los genes maternales solo me han influenciado por parte de mi otro tío, Antonio. Ha sido aficionado a ver las motos en TVE, aquellas carreras míticas de Alex Crivillé luchando con Doohan, me las tragaba con él viéndolas en la casa de mis abuelos los domingos. Como buen aficionado aún recuerdo cuando se vino desde Barcelona con su moto de carretera, llegó muerto, pero llegó.
A mi me ha costado mucho tener una moto, la primera fue por ganar una apuesta con mi padre, prometió comprármela si aprobaba todas las asignaturas a final de Junio. Decir que me estaban quedando dos por cada evaluación, pero un golpe de fortuna quiso que recuperara y mi pobre padre tuviera que cumplir su promesa. Esa moto me duró unos años, pero me la robaron del parking. Él se compró una Vespa, luego una Aprillia y una Scoopy, cada una de ellas he tenido siempre la opción de conducirlas, nunca me lo ha negado, pero ha sido más reticente a que me comprase yo una propia. Hace un mes y medio los planetas se alinearon y al fin pude hacer realidad un sueño de tener una moto.
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