Oscuro de píxeles, fondo velado hacia violeta, imagen en bucle
ante mis ojos y en blanco en mi cabeza. Cierro los ojos y suspiro, las chiribitas estallan
como fuegos artificiales con los párpados bajados. Sigo de pie, inmóvil, con la musiquilla repetitiva tarareando en mi cabeza.
Otra vez la misma pantalla, mis manos sudando sobre el jockstick y los tres botones rojos que anteriormente he golpeado una y otra vez con una marcada coreografía de dedos, el corazón acelerado y la frase Insert Coin parpadeando
cansinamente. ¿Qué ha pasado? Había mantenido la calma toda la partida, esta
vez no me había precipitado con bruscos movimientos… La dinámica de juego la
conocía bien, lo único que había cambiado era el fondo, en vez de sol y cielo
azul, eran nubes y lluvia, pero seguía siendo lo mismo.
Insert Coin, Insert coin, insert coin… me siguen temblando
las manos, no paro de recrearme en el último movimiento, repaso cada uno de los
toques que he apretado, los que he dejado de apretar, aquel giro a la
izquierda, la subida y después la bajada, izquierda-izquierda, derecha-arriba,
tecla-abajo… ¡me sé todo lo que tengo que hacer! ¿si echo la moneda debería
hacerlo perfecto? ¿verdad?...
Pero, y si la partida no es real si no que son balas de
sentimientos que dispara la nave del corazón, entonces, y solo entonces, no hay
moneda que pueda hacerte jugar otra partida...